14 nov 2012

Montaña rusa

Bien, pues ya tenía mi capítulo 5. Los bandidos se habían esfumado para siempre, sustituidos por un sueño de gigantes alpinos, el náufrago había tenido su papel y Nick ya sabía que tenía que ser agua. Pero eso me obligaba, naturalmente, a replantearme la continuación. Había rebasado ya el ecuador del libro y me tocaba ponerme con un sexto capítulo que había quedado vaciado de contenido. Repasé lo que llevaba hecho, y tuve claro que ya no había sitio para más encuentros con personajes del desierto, que ya era hora de que Nick empezara a centrarse en sí mismo y en sus conflictos internos para así poder llegar en el capítulo 7 a algo parecido a la paz interior, que es lo que tenía previsto desde el principio.
Tenía abocetadas varias ideas sueltas para los intercapítulos: uno era una secuencia en la que Nick, perdido en la niebla, añoraba un montón de cosas de su vida mundana (especialmente las chicas), por lo que se ganaba un nuevo ladrillazo. Esta secuencia me venía de perlas como colofón al capítulo 5 (y, de paso, me daba pie a cerrar el asunto pendiente con el leñador desde el capítulo 3). Tenía también ideas para una secuencia de lluvia que traía recuerdos felices de la infancia, otra de rabia y furor construida exclusivamente a base de tacos y palabrotas, y aún una tercera en la que Nick entraba en un trance de tipo pastillero inducido por un acceso de alucinaciones acústicas. Me pareció que quizá podría refundir estas secuencias e hilvanarlas con sentido en un solo capítulo largo.
Empecé a organizar así una larga secuencia de estados de ánimo cambiantes para Nick, una auténtica montaña rusa emocional que empezaba, en un primer movimiento, con la lluvia torrencial (agua, enlazando así perfectamente con los consejos del náufrago) y la regresión a la infancia que llevaban a nuestro hombre a una fugaz epifanía de la felicidad absoluta. De la cual pasaba instantáneamente a un acceso brutal de frustración e ira catártica para, sin solución de continuidad, culminar en un trance psicotrónico con clímax extático y resaca incluidos. Funcionaba la mar de bien, y con todo esto me salía un capítulo de diez páginas tras las cuales ya tenía a Nick a punto para empezar a disfrutar de su bien ganada paz interior.
No hay bocetos de guión del capítulo completo, pues lo fui construyendo sobre la marcha en el original a partir de los bocetos que tenía para los intercapítulos.







Las dos páginas del cabreo las dibujé a lo burro, para que tuvieran un aspecto tan salido de tono como los exabruptos que Nick suelta. Alguien me ha señalado una influencia de Harvey Kurtzman en esos trazos, pero lo cierto es que nunca se me pasó por la cabeza tal cosa. Si acaso, me sentía más bien haciendo algo vagamente en la onda de lo que Juanito Mediavilla hacía a veces en sus páginas para el Víbora. Pero claro, ahora caigo en que precisamente Mediavilla es un confeso admirador de Kurtzman...
Igualmente, quise buscar un tratamiento gráfico diferenciado para las páginas del trance, y acabé haciendo una divertida regresión al grafismo underground de los setenta. También me lo pasé de miedo imaginando onomatopeyas para los ritmos electrónicos que Nick oye en su cabeza. Hay bastante aquí de continuación de un experimento que hice en una historieta de dos páginas para el tebeo colectivo Sònic Còmix hace once años.

4 comentarios:

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  2. Son páginas de frenética actividad y dinamismo.Llenas de acción.
    En las viñetas que Nick se convierte en todo un corazón,rememoro parte de la ilustración que hiciste para un Cd de "Universonoro".
    En las del éxtasis con alucinaciones sonoras, a mi me trae a la memoria las que hiciste para "Clubdenit", me las imagino así con esos colores tan psicodélicos. Y si, las que acaban en trazos mas, digamos "toscos", a mi me dan idea del deterioro que Nick sufre en esos momentos y me tiran mas al estilo de Mazzuchelli .

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  3. Hum... Mazzucchelli, sí, otro de esos dibujantes que envidio por su increíble soltura.

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  4. Llegué a identificarme con el cabreo/desahogo de Nick. ¿Quién no ha vivido uno (o más)?. Lo malo, es tenerlo en el desierto, como suele pasarme a mi...
    Soberbia, también, la página 73.

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