El capítulo 5 debía ser el de los bandidos. Pero no lo tenía resuelto, todo cuanto había anotado sobre él resultaba demasiado endeble. Los bandidos secuestraban a Nick para pedir un rescate a su familia. Estos bandidos eran tres tipos torpes e inútiles, una especie de talibanes ridículos que vivían en una cueva donde acumulaban el botín de sus pillajes a viajeros incautos. El problema es que ni yo mismo me los podía tomar en serio y mucho menos visualizar. En su cautiverio, Nick debía coincidir con otro rehén, el náufrago-filósofo, un sonado con síndrome de Diógenes que había aprendido filosofía leyendo los suplementos culturales de los periódicos atrasados que acumulaba. En fin, que todo resultaba demasiado burlesco e inverosímil, y me rompía el tono de la historia. Es cierto que, en alguna entrevista, yo había definido el libro como una "ópera bufa", pero esto era ya decididamente demasiado bufo y grotesco.
Me quedé atascado ahí durante semanas, aquello no iba a ninguna parte. Pensé en eliminar directamente el capítulo, pero entonces debía cargarme también el siguiente (en el que Nick y el náufrago escapaban de los bandidos aprovechando que estos se habían emborrachado), y eso me dejaba el libro delgaducho y cojo. Y lo peor es que esta crisis empezaba a hacerme dudar de la validez de lo hecho hasta entonces y de la viabilidad del proyecto. Pero bueno, ya conocía esta sensación: suele sucederme en cualquier proyecto largo. Más o menos en el ecuador del mismo se produce invariablemente un atasco y el consiguiente bajón anímico, uno empieza a flaquear, a dudar, todo pierde su sentido de repente, el desaliento se impone y parece que todo se desmorona.
Aquí algunos fragmentos descartados de puesta en página del capítulo frustrado:
Jo... Pues a mi el relato me suena pistonudo. Espero que alguna vez salga a la luz, cuando hagas "el montaje del director" (jiji). Y aquí te quería preguntar...¿Cómo superas estas crisis y vuelves al tema? Te lo pregunto con conocimiento de causa, porque no hay nada más jodido que las dudas. Aunque supongo que tu integridad y profesionalidad como autor (y ese cariño y pasión que pones a tu trabajo), ayudan a continuar.
ResponderEliminarBueno, ya digo, este capítulo formaría una nueva historia por si solo, a mi me gusta lo que cuentas.
La superación de la crisis en el próximo capítulo. No es que estuviera mal la idea de los bandidos, pero se me iba la historia por otros derroteros. Vaya, que no acababa de encajar en el libro.
ResponderEliminarSi, opino como Manuel; que el planteamiento de ese capítulo de los ladrones, no hubiese estado mal. Pero también estoy contigo es muy de película y desvía la atención sobre el eje central de la obra, que es mas reflexiva y personal. Claro, ademas le ibas a dar continuación. Sería mas bien como una historieta aparte de Nick,que por otro lado daría un enfoque mas humorístico y de aventura al libro.No obstante no deseches esa historia y algún día te curras unas paginas con ella y otros protagonistas.
ResponderEliminarMax,
ResponderEliminarquè dir-te que no t'hagin dit ja?? M'ha encantat, em sembla una obra magnífica que dona per rellegir un munt de cops perquè sempre podràs treure'n alguna bona reflexió. Personalment em quedo amb "Totes les distraccions provenen de mi". M'encanta i l'adopto per sempre més.
Per cert, he fet l'experiment d'utilitzar-lo com a llibre oracular. L'acabo de provar i no va gens malament. A la pregunta "poso un comentari?" m'ha contestat "pardals al cap, això és el que tinc". Veus? Perfecte.
Bé, començo ara a mirar aquest bloc. No ho volia fer fins no haver llegit el llibre, així que estaré uns dies ben entretinguda!
Et felicito Max! Una abraçada!
(A.G.E.)
Gràcies MG. I no t'aconsello que facis massa cas dels oràculs del llibre, et podries trobar consells molt pocasoltes!
EliminarPardals al cap: l'alegria de la vida!
Max, soy, además de profesor de filosofía, un admirador. No sé si las dos cosas irán de la mano, pues tus libros encajan con mi mirada deformada por la profesión. Lo cierto es que escribir un libro de filosofía ya es difícil, pero ilustrarlo lo es aún más. Porque uno se encuentra a menudo con dibujos que nada añaden a lo dicho y que, por eso, son prescindibles. Haces reflexiones con imágenes y, porque son imágenes, haces que los demás reflexionen también. Con la imagen a secas, sin lenguaje que la explique, el lector se enfrenta al hecho de que debe ser él quien lo haga. ¡Chapó!
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